¡Hagan juego, señores! (y 2)
Las exigencias de limbo legal y fiscal que el promotor plantea para poner en marcha su proyecto suponen aplicar a nuestro país la consideración de la más abyecta república bananera
El pasado domingo 11 de marzo, Josep M. Vallés resumía en las páginas de opinión de EL PAÍS la polémica en torno al macroproyecto y sus posibles efectos económicos y sociales. Pero el caso es, en breve, que un supermillonario, el citado Sheldon Adelson, que ha convertido en 10 años a Macao en la capital mundial del juego, se ha presentado en Madrid y Barcelona para ofrecer una aparente lluvia de oro que en realidad vendría a ser esa lluvia dorada, resultante de su propia micción. Así nos encontraríamos de lleno en el fenómeno de la urolagnia señalado en el párrafo anterior. En cuanto a las dimensiones de esa lluvia o el volumen que pudiera alcanzar esa orina, los lectores fueron informados en la columna que bajo el título ¡Hagan juego, señores! apareció aquí el pasado 28 de febrero.
Las exigencias de limbo legal y fiscal que el promotor plantea para poner en marcha su proyecto suponen aplicar a nuestro país la consideración de la más abyecta república bananera. Pero los responsables políticos de Madrid y Barcelona las escucharon con impavidez sin proceder a rechazarlas indignados como hubiera correspondido. Antes por el contrario, se presentaron ante la prensa para señalar la necesidad de que se implicaran los tres niveles de la Administración —local, autonómica y central— en aras de hacerlas posibles. El asombro crece al comprobar que tanto en el registro del Congreso de los Diputados como en el de la Asamblea de Madrid ha sido imposible encontrar pregunta alguna al respecto. Mientras, en el Parlament de Cataluña pudo escucharse el 21 de febrero al president de la Generalitat, Artur Mas, lamentando la desventaja momentánea de su Comunidad respecto a la de Madrid para acoger el macroproyecto de Eurovegas y asegurando que su Govern haría cuanto fuera posible para equilibrar esa situación. Artur Mas supo que en una ocasión de esta gravedad no le faltaría el apoyo de la sin par Alicia Sánchez Camacho, presidenta del Partido Popular de Cataluña.
Cuando se trataba de ganar la elección de Barcelona y luego, sin éxito, la de Madrid, como sede de los Juegos Olímpicos, se consideró muy importante probar la adhesión de las poblaciones al proyecto, el espíritu olímpico de los vecinos, su implicación en el voluntariado, que terminó en el inolvidado amigos para siempre. Ahora se diría que se está descuidando esa dimensión, al menos en Madrid, porque cunden noticias sobre el ocaso del bingo que ha pasado de contar con 106 salas en 1995 a sólo 49 en la actualidad. La situación del sector empieza a ser límite, pese a que la imposición fiscal haya bajado del 70% al 50%. Así que ahora, con una clientela que cada día se da de baja tras aparecer su esquela en las páginas del diario Abc y que envejece recluida en el perímetro de las residencias de la tercera edad, se reclama otra rebaja fiscal hasta el 25% para que este juego quede equiparado al que se practica on line.
Escribía Étienne de la Boétie a finales del siglo XVI en su Discurso de la servidumbre voluntaria, ahora recuperado por Editorial Trota, que los juegos, los gladiadores, las bestias extrañas y otras atracciones fueron para los pueblos antiguos los cebos de la servidumbre, el precio de su libertad, los instrumentos de la tiranía, las seducciones utilizadas para adormecer a los súbditos. Y ahí seguimos, con la colaboración de Adelson.
Fuente:
EL PAIS - Opinión
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